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lunes, 29 de abril de 2013

[Apuntes de Filosofía] NIETZSCHE. Noción I: LOS SENTIDOS Y EL CUERPO

A partir de la influencia ejercida por Platón, la filosofía racionalista tradicional ha dividido la realidad en dos mundos: un mundo aparente, percibido por los sentidos y lleno de engaños; y un mundo verdadero al que sólo podemos acceder mediante la razón.

La filosofía racionalista ha desconfiado de los sentidos por mostrarnos un mundo donde todo cambia y nada permanece. Un mundo que, aunque parezca real, no lo es. Los sentidos son una propiedad del cuerpo, de lo físico, de manera que el cuerpo es despreciado del mismo modo que lo son los sentidos. El rechazo al cuerpo y a los sentidos es un rechazo a todo cuanto tenga relación con los aspectos físicos de nuestra vida, incluyendo ahí los instintos o pasiones que provienen de nuestra condición biológica. 

La razón fue la facultad que los filósofos racionalistas opusieron a los sentidos. Mediante la razón podemos acceder a la auténtica realidad, al mundo verdadero donde todo permanece y nada cambia. Al mundo de lo eterno, perfecto e inmutable; al mundo de lo divino. Los conceptos estaban por encima de la realidad que debían representar, situando el sentido y la esencia de nuestras vidas mucho más allá de la vida; es decir, ahí donde no vive nada.

Nietzsche niega la existencia de una realidad que esté más allá del cuerpo y de los sentidos. El mundo ideal, al que aspira la razón, no existe. Tan sólo es una imaginación, una aspiración inalcanzable. En algún momento de nuestra historia le hemos dado a esa fantasía un valor de verdad y, a partir de esa convención, decidimos rechazar el mundo de lo físico para aspirar al mundo de lo ideal. Las demandas del cuerpo fueron ocultadas bajo entidades ideales e inexistentes, dando lugar a una represión moral que niega, hasta matarla, la vitalidad que hay en el mundo de lo físico.

El cuerpo es lo único vivo y real, por eso debemos valorarlo en la medida que se merece. El cuerpo y los sentidos son los únicos intérpretes válidos de la realidad, que sólo es una: la realidad física y sensible a la que tenemos acceso mediante nuestra percepción. Sólo hay un mundo. Nietzsche afirma que debemos atender, por encima de todo, las necesidades del cuerpo, hacer caso a los impulsos que sentimos, a los instintos, porque nuestro cuerpo es la auténtica voz de la naturaleza; la razón, en cambio, es la mayor negación de la naturaleza y de la vida. Los instintos nos llevan a aceptar el valor de nuestra existencia en toda su extensión, en todo su sentido. Sacrificar nuestros impulsos en nombre de un ideal que está más allá del mundo sensible y no disfrutar de los placeres que nos ofrece la vida es el sacrificio racionalista que, en su versión cristiana, reduce al ser humano a la condición de cobarde y miserable.

por Francisco García Morales
Profesor de Filosofía


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