El problema sobre el origen del
conocimiento, sus fundamentos y sus límites, es una cuestión común de la
Modernidad. Se produce un importante giro de la filosofía, que convierte al ser
humano en el objetivo de sus reflexiones. La reflexión sobre la realidad, el
ser, lo trascendente… pasa así a un segundo plano. En este intento por elaborar
una ciencia del hombre, Hume llevará a cabo sus investigaciones sobre la
naturaleza humana y sobre el entendimiento humano. Su punto de partida será la
defensa y desarrollo de los principios empiristas y su crítica radical al
innatismo.
Las tesis empiristas consideran que la
experiencia sensible es el punto de partida de nuestro conocimiento. Se oponen
así al innatismo de los racionalistas, quienes pensaban que el ser humano posee
una serie de ideas innatas a partir de las cuales, al margen de lo sensible,
nuestra razón es capaz de alcanzar el conocimiento. Para los empiristas, en
cambio, nuestra mente es como una hoja en blanco sobre la cual vamos
escribiendo al ritmo que nos marcan nuestras experiencias.
Todo contenido mental es, para Hume, una
percepción. Estas percepciones se
dividen en dos: impresiones, cuando
son el resultado de sentir, e ideas,
cuando son el resultado de pensar. Esto supone una novedad con respecto a otros
autores anteriores que, como Descartes o Locke, llamaban idea a cualquier contenido de nuestra mente, de modo que la
distinción entre aquellas ideas que proceden de la experiencia y aquellas otras
que proceden del pensamiento no quedaba del todo clara.
a)
IMPRESIONES.
Son los datos de nuestra experiencia: los sentidos
(impresiones de sensación), las emociones
y las pasiones (impresiones de
reflexión). Llegan a nuestra conciencia con mayor fuerza y vivacidad que las
ideas, de un modo más claro y directo. En ellas encontramos el origen de
nuestro conocimiento, ya que para Hume, como buen empirista, todo conocimiento
procede de la experiencia.
Hay dos tipos de impresiones:
1.
Impresiones de sensación. Son los elementos de la experiencia externa. Se
perciben por los sentidos y tienen su origen en el mundo exterior. En ellas
incluimos todo tipo de sensaciones: calor-frío, dolor-placer, colores, sonidos,
sabores, texturas, tamaños, formas… Estas impresiones van dejando en nuestra
mente huellas o copias del original que, más tarde, nuestra memoria y nuestra
imaginación serán capaces de recrear, dando lugar a las correspondientes ideas
de calor-frío, dolor-placer, colores…
2.
Impresiones de reflexión. Son los elementos de la experiencia interna. Son las
emociones y las pasiones que se despiertan en nuestra mente cuando pensamos en
algo. Las ideas de calor-frío, por ejemplo, no nos calientan ni nos enfrían
pero sí pueden despertar en nosotros el deseo de calentarnos o refrescarnos. Se
trata de la mente percibiéndose a sí misma.
b)
IDEAS.
Son copias de las impresiones, imágenes o huellas debilitadas que van quedando
en nuestra mente como un rastro de la experiencia.
Al igual que ocurre con las impresiones,
también existen dos tipos de ideas:
1.
Ideas de la memoria.
Son reproducciones fieles de las impresiones, que aparecen en nuestra mente tal
y como se dieron en la experiencia.
2.
Ideas de la imaginación. Se forman por asociación o alteración de nuestras
ideas de la memoria.
Básicamente, la distinción entre
impresiones e ideas se corresponde con la diferencia que existe entre la
percepción del dolor cuando nos damos un golpe y la percepción de ese mismo
dolor cuando recordamos, más tarde, el golpe que nos hemos dado.
Tanto las impresiones como las ideas
pueden subdividirse en simples y complejas: las impresiones e ideas
simples son aquellas que no pueden descomponerse en otras impresiones e ideas
más sencillas; las impresiones e ideas complejas, por su parte, estarían
formadas por la suma de dos o más impresiones o ideas simples. Veamos esto con
el siguiente ejemplo:
-Impresión simple 1. Color blanco de una superficie cubierta por
la nieve.
-Idea simple 1. Recuerdo del color blanco.
-Impresión simple 2. Formas cubiertas por la nieve, tales como
edificios, coches, árboles…
-Idea simple 2. Recuerdo de las formas anteriores.
-Impresión compleja. Una ciudad nevada.
-Idea compleja. Recuerdo de una ciudad nevada.
Ahora bien, ¿de qué modo asociamos ideas
en nuestra mente? Hume opina que existe una fuerza parecida a la atracción
gravitatoria que afecta a los cuerpos, y dicha fuerza afectaría a las ideas de
un modo parecido. Para explicar esto, establece tres principios o leyes de
asociación entre ideas:
I.
Semejanza.
Asociamos ideas que tienen cierta semejanza entre sí. Una imagen en una
fotografía, por ejemplo, nos conduciría al modelo original de esa foto. Del
mismo modo, la idea de caballo puede conducirnos a la idea de cebra por el
parecido existente entre estos dos animales.
II.
Contigüidad espacio-temporal. Las ideas también pueden asociarse por
encontrarse próximas en el tiempo o en el espacio; es decir, cuando las ideas
relacionadas se corresponden con impresiones que han ocurrido en un mismo lugar
o en un mismo momento (o en lugares y momentos cercanos). El recuerdo de un
viaje a África puede traer a mi memoria el recuerdo de las cebras que había
allí, ya que ambas ideas están relacionadas con impresiones que ocurrieron en
un mismo momento y en un mismo lugar.
III.
Causalidad.
Entre las ideas también existe una relación de causa y efecto, de modo que el
recuerdo de una puede conducirnos a la otra. Si recuerdo una lesión que me hice
hace tiempo, puedo asociar esa idea tanto a su causa (una caída) como a su
efecto (el dolor que me provocó). Entre cada una de estas tres ideas existe una
relación de causalidad que se podría extender a lo largo de una cadena más
larga de causas y efectos.
La experiencia es la única fuente válida
para el conocimiento. O, dicho de otro modo, no podemos conocer nada que esté
más allá de la experiencia. Así, la experiencia es a la vez origen y límite del
conocimiento, ya que sólo conocemos a partir de ella y nunca más allá de ella.
Cada idea que hay en nuestra mente, ya
sea simple o compleja, tiene su origen en una impresión determinada. Incluso
aquellas ideas complejas que provienen de la asociación de distintas ideas
simples (recordemos que las ideas se asocian entre sí siguiendo los principios
de semejanza, contigüidad espacio-temporal y causalidad) proviene, en última
instancia, de las impresiones simples que dieron origen a dichas ideas simples.
Cuando esto no es así, cuando una idea determinada no tiene su correspondiente
impresión previa, nos encontramos ante una palabra vacía, un término
metafísico, una abstracción sin contenido real, una ficción que no nos aporta
ningún conocimiento.
Este planteamiento es lo que se conoce
como principio
de copia, y será empleado por los empiristas como criterio para
determinar si un conocimiento tiene o no alguna validez. Una idea es válida
sólo cuando podemos determinar qué impresión está en su origen. En caso
contrario, la idea no tendrá validez epistemológica y quedará reducida a simple
ficción metafísica. Por lo tanto, las impresiones son los átomos que componen
la materia de nuestro conocimiento.
Hume aportará dos argumentos para
defender este principio:
1)
Es imposible tener ideas que no provengan de la experiencia. Las ideas
innatas no existen. Incluso cuando tenemos ideas compuestas muy elaboradas y
alejadas de su correspondiente impresión compuesta, éstas siempre se pueden
analizar en ideas simples que tienen su origen en impresiones simples. Por
ejemplo, podemos tener la idea compuesta de un “dragón que escupe fuego”;
obviamente, jamás hemos experimentado la impresión compuesta correspondiente a
ese hipotético dragón; pero, si indagamos lo suficiente, podemos descomponer
dicha idea compuesta en otras ideas más simples, cada una de las cuales está
relacionada con su correspondiente impresión simple: “fuego”, “reptil”,
“tamaño”… Las ficciones, por lo tanto, al margen de su falta de validez como
conocimientos, también tienen su origen último en la experiencia.
2)
Las ideas siempre son copias de impresiones. Si una persona carece de un
sentido, es imposible que adquiera las ideas propias de ese sentido (una
persona ciega no puede tener ideas de colores o formas). Así mismo, si alguien
nos habla de un objeto que jamás hemos visto o experimentado no seremos capaces
de hacernos una idea acertada de dicho objeto (si no conocemos la txalaparta,
instrumento típico del folk vasco, no sabremos qué forma tiene, ni cómo se
toca, ni cuáles son los sonidos que emite). Y por último, tampoco somos capaces
de tener ideas correspondientes a sentidos o facultades propias de otra especie
(por más que nos esforcemos, jamás sabremos cómo son los colores infrarrojos o
ultravioletas, del mismo modo que no podremos imaginar cómo son los ultra e
infra sonidos).
Además del principio de copia, Hume
añade otro principio que nos ayuda a clarificar la validez de nuestros
conocimientos: este principio se conoce como horquilla de Hume.
Según la horquilla de Hume, existen dos
tipos de conocimiento: relaciones de
ideas y cuestiones de hecho.
1)
Relaciones de ideas.
Son enunciados propios de las ciencias formales, como la Lógica o las
Matemáticas. Pueden ser de dos tipos: intuitivamente ciertos o
demostrativamente ciertos. Su verdad no depende de la experiencia ni de los
sentidos, sino de las relaciones entre las distintas ideas que forman el
enunciado. La razón funciona, por lo tanto, al margen de la experiencia, aunque
en última instancia las ideas que investiga tienen su origen en ella. Las
relaciones de ideas deben cumplir con el principio de no contradicción y se trata
de verdades necesarias y a priori.
Ejemplo: El todo es mayor que las partes.
2)
Cuestiones de hecho.
Son enunciados propios de las ciencias naturales y sociales, así como también
la mayoría de los enunciados de nuestra vida cotidiana. Su veracidad depende de
la experiencia, de modo que debemos recurrir a los sentidos para comprobar si
son verdaderas o falsas. Se refieren, por lo tanto, a hechos que pueden ocurrir
o no, de modo que no son necesarios sino probables. Son a posteriori y pueden
incumplir el principio de no contradicción.
Ejemplo: El sol saldrá mañana / El sol no saldrá mañana. Cualquiera de las
dos cosas podría ocurrir (es decir, una y su contraria), y que sean o no verdad
va a depender de los hechos y de nuestra experiencia.
Francisco García Morales
Profesor de Filosofía