La experiencia es la única fuente válida
para el conocimiento. O, dicho de otro modo, no podemos conocer nada que esté
más allá de la experiencia. Así, la experiencia es a la vez origen y límite del
conocimiento, ya que sólo conocemos a partir de ella y nunca más allá de ella.
Cada idea que hay en nuestra mente, ya
sea simple o compleja, tiene su origen en una impresión determinada. Incluso
aquellas ideas complejas que provienen de la asociación de distintas ideas
simples (recordemos que las ideas se asocian entre sí siguiendo los principios
de semejanza, contigüidad espacio-temporal y causalidad) proviene, en última
instancia, de las impresiones simples que dieron origen a dichas ideas simples.
Cuando esto no es así, cuando una idea determinada no tiene su correspondiente
impresión previa, nos encontramos ante una palabra vacía, un término
metafísico, una abstracción sin contenido real, una ficción que no nos aporta
ningún conocimiento.
Este planteamiento es lo que se conoce
como principio de copia, y será
empleado por los empiristas como criterio para determinar si un conocimiento
tiene o no alguna validez. Una idea es válida sólo cuando podemos determinar
qué impresión está en su origen. En caso contrario, la idea no tendrá validez epistemológica
y quedará reducida a simple ficción metafísica. Por lo tanto, las impresiones
son los átomos que componen la materia de nuestro conocimiento.
Hume aportará dos argumentos para
defender este principio:
1)
Es imposible tener ideas que no provengan de la experiencia. Las ideas
innatas no existen. Incluso cuando tenemos ideas compuestas muy elaboradas y
alejadas de su correspondiente impresión compuesta, éstas siempre se pueden
analizar en ideas simples que tienen su origen en impresiones simples. Por
ejemplo, podemos tener la idea compuesta de un “dragón que escupe fuego”;
obviamente, jamás hemos experimentado la impresión compuesta correspondiente a
ese hipotético dragón; pero, si indagamos lo suficiente, podemos descomponer
dicha idea compuesta en otras ideas más simples, cada una de las cuales está
relacionada con su correspondiente impresión simple: “fuego”, “reptil”,
“tamaño”… Las ficciones, por lo tanto, al margen de su falta de validez como
conocimientos, también tienen su origen último en la experiencia.
2)
Las ideas siempre son copias de impresiones. Si una persona carece de un
sentido, es imposible que adquiera las ideas propias de ese sentido (una
persona ciega no puede tener ideas de colores o formas). Así mismo, si alguien
nos habla de un objeto que jamás hemos visto o experimentado no seremos capaces
de hacernos una idea acertada de dicho objeto (si no conocemos la txalaparta,
instrumento típico del folk vasco, no sabremos qué forma tiene, ni cómo se
toca, ni cuáles son los sonidos que emite). Y por último, tampoco somos capaces
de tener ideas correspondientes a sentidos o facultades propias de otra especie
(por más que nos esforcemos, jamás sabremos cómo son los colores infrarrojos o
ultravioletas, del mismo modo que no podremos imaginar cómo son los ultra e
infra sonidos).
Francisco García Morales
Profesor de Filosofía
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