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lunes, 29 de abril de 2013

[Apuntes de Filosofía] NIETZSCHE. Tema II: LA CRÍTICA DE NIETZSCHE A LOS FILÓSOFOS

Frente a Parménides y Platón, Nietzsche reivindica a Heráclito. Se trata del filósofo más admirado por Nietzsche, el único por el que siente respeto. Es quien afirmó el continuo devenir, que todo cambia y nada permanece. Si todo está en continua transformación se establece una relativa irracionalidad de lo real, pues es lo cambiante frente a lo permanente, la pluralidad frente a la unidad, lo que parece ser frente a lo que sea. Esta postura niega rotundamente el platonismo, que ponía en las ideas estáticas la esencia de lo real. Para Nietzsche, toda la historia de la filosofía ha repetido el error de partida establecido por Platón: separar la realidad en dos mundos, uno aparente y otro verdadero, donde lo sensible queda en un segundo plano en beneficio de lo ideal.

La crítica que hace Nietzsche a la Filosofía tiene una unión estrecha con la crítica que hace a la moral. La moral tiene su base en la filosofía platónica con sus dos mundos diferentes y distanciados: el mundo real y el mundo de las ideas. El mundo de los sentidos es malo, causa de perdición.

La filosofía tradicional es dogmática: considera el ser como algo estático, fijo, inmutable, intemporal, eterno, abstracto. Pero ese ser no existe. Sócrates hizo triunfar la razón contra la vida; Platón creó otro mundo, el de las ideas, desvalorizando el mundo real. ¿Qué se esconde detrás del idealismo de Sócrates y de Platón? Esta es la base de la metafísica occidental: el espíritu de la decadencia, el odio a la vida y al mundo. Sócrates y Platón fueron grandes inventores de conceptos, ideas y mundos simbólicos. A partir de ellos, otros pensadores han tenido la pretensión de alcanzar el ser, la realidad auténtica, absoluta, y han rechazado lo sensible, lo espontáneo, lo temporal, el devenir, la imaginación y la vida. Se ha dado más importancia al mundo de las ideas que al mundo de los sentidos. Pero, según Nietzsche, no hay conceptos estáticos, no hay ningún mundo de ideas eternas. Sólo existe el devenir cambiante del mundo experimentable por los sentidos.

La filosofía es dogmática,  como la religión y la moral. Expone la inutilidad de buscar respuestas definitivas o satisfacciones absolutas. Para Nietzsche no hay ‘verdades en sí’, sino que sólo hay perspectivas: no hay hechos ‘en sí’, sino interpretaciones de lo que sucede; y lo que sucede es susceptible de múltiples interpretaciones. La pregunta ‘¿Qué es esto?’ hay que expresarla mejor como ‘¿Qué es esto para mí?’

Ante todo está la crítica al doble mundo que implantó Platón y que heredó el cristianismo (en la versión ‘mundo terrenal’ frente a ‘cielo’). Nietzsche es implacable en su desprecio a este mundo de las ideas y en su empecinamiento intelectual en demostrar que no existe, que es un dique de contención para impedir vivir lo mejor que ofrece la vida. Es un mundo que valora a aquellos que lo han inventado. Nietzsche elimina ese mundo, y, al hacerlo, también elimina el mundo de la apariencia. La filosofía ha construido mundos metafísicos para huir de lo real. El hombre tiende a evitar la inseguridad de la vida, la provisionalidad del conocimiento. Ante eso, la metafísica ha optado por construir un mundo ilusorio, seguro y estable. La psicología del metafísico funciona como la del hombre religioso. Se ha negado lo irracional, lo contingente, lo contradictorio, lo cambiante, lo pasajero, lo fugaz.

Critica también a la filosofía el haber creado un lenguaje que no lleva a la verdad, ya que la naturaleza no consta, no conoce, ni formas ni conceptos. Estos conceptos se configuran (se les da forma, se crean y usan) cuando las palabras dejan de referirse a lo singular y se aplican a una pluralidad de individuos, equiparando cosas que no son iguales, prescindiendo de las diferencias individuales. El filósofo se olvida de que es él quien ha creado los conceptos y cae en el error de pensar que éstos son la realidad y no una metáfora de la misma. Se engaña. El lenguaje es incapaz de representar correctamente las intuiciones que tiene de la realidad. Las palabras son metáforas que poco o nada tienen que ver con las cosas mismas. Los conceptos hacen perder las diferencias individuales. Abstracciones como «sustancia», «ser», «yo», «cosa en sí», «causa», «Dios», han sido tomadas como signos de una realidad que está detrás de ellas, cuando en realidad son creaciones del lenguaje. Es como si el ser humano necesitara inventar categorías que le permitan vivir en un mundo cambiante, donde lo estático, y lo verdadero acorde a él, no existe. El ser humano busca en el lenguaje y los conceptos una seguridad que, sin ellos, no tiene.

Nietzsche critica la noción de ‘razón’ de los filósofos anteriores, desde Platón hasta Kant, pasando por los racionalistas, como Descartes.  Con ellos la razón queda como garante del auténtico conocimiento, que, según Nitzsche, es realmente el incompleto. Esta “soberana” razón causa que nuestros sentidos nos mal informen de la realidad. La razón, sin embargo, no es la facultad exclusiva para ver la realidad, también están la inspiración poética, la intuición, el instinto, los sentidos… La riqueza está antes en el arte que en la razón, ya que el arte, mediante la metáfora, se adapta y refleja los movimientos de la naturaleza. Los conceptos, en cambio, permanecen estáticos ante ese movimiento que constituye lo auténticamente real. Nietzsche va a dar supremacía a la intuición frente a la razón.

Los filósofos son creadores de cultura, implicando esta cultura una forma de suministrar unos valores para domesticar al ser humano, masificándolo y esclavizándolo. Nietzsche se propone una filosofía nueva que critique y destruya esas filosofías, tanto de los clásicos como de los modernos. Es contrario a todo tipo de razón lógica y científica que determine una única forma de pensamiento y de alcanzar la verdad. Frente a ello, reafirma el valor de lo irracional como medio para acceder a la realidad, interpretarla y vivir en ella. Por este motivo, el arte o los instintos pueden interpretar la realidad de un modo más fiel y completo que la razón o la ciencia.
 


[Apuntes de Filosofía] NIETZSCHE. Tema I: EL VITALISMO DE NIETZSCHE

El vitalismo exalta lo vital y lo afectivo como modo de captar la realidad. Por tanto, para analizar la realidad, además de contar con la razón hay que tener en cuenta las pulsiones, los deseos, las pasiones y los sentimientos, es decir, lo no estrictamente racional. Se exalta la vida y se critican los productos procedentes de la cultura porque encubren el verdadero ser del hombre.

La transmutación de valores tiene que hacerse a partir de: Dios, la moral, la razón y la ciencia.  La nueva categoría en la que se han de fundamentar los valores es vida. Lo decisivo para el conocimiento no son las ideas eternas, ni los conceptos inmutables, sino la ineludible experiencia en la que “sólo el devenir es”.

El principal error de la moral tradicional es su antinaturalidad, el ir contra la naturaleza, contra la vida.  Es la moral que, en virtud de leyes, decálogos, normas e imperativos, se opone a los instintos primordiales de la vida.  La base filosófica de esta moral contra-natura es el platonismo: el mundo de las ideas sirve de más allá religioso para los cristianos.  El centro de gravedad de estas ideas se pone no en esta vida, sino en la otra.  Hay una evasión respecto al hombre concreto, viviente.  Todo este más allá ha hecho a los hombres de acá  débiles. Esta moral mata la vida.  La moral de Nietzsche es una voluntad de poder eliminar la moral burguesa-cristiana-idealista.

El nihilismo es valorado y repudiado al mismo tiempo por Nietzsche, aunque las dos actitudes no son contradictorias.  Por un lado, el nihilismo es positivo porque supera la creencia en un Dios alienante; pero, por otro lado, es negativo a causa del anonadamiento y falta de energía vital que provoca y a que no sabe prescindir del todo de los sustitutos de Dios (Razón, moral, bien, espíritu absoluto, …). Nietzsche distingue diversos tipos de nihilismo:

1. Nihilismo negativo, por ausencia de sentido.  Debe superarse.
2. Nihilismo pasivo (especie de posición budista).  Debe superarse.
3. Nihilismo positivo, pues permite combatir, reaccionar, rehacer.

La voluntad de poder implica vitalismo, y supone afirmarse en el deseo, en los instintos; donde hay vida hay voluntad de vivir; significa voluntad de fuerza, impulso vital, emoción, pasión.

La voluntad de poder es un concepto de fuerza victoriosa. Nietzsche pretendía mantenerse adherido a la naturaleza, a la sensibilidad, accediendo a la realidad vital por la estética, como germen de una nueva cultura. La voluntad de poder es algo instintivo, en contraposición a la reflexión racional. La verdad no está ahí para ser descubierta, sino para ser activamente creada. La verdad es todo aquello que sirve para la vida, lo que aumenta el poder.

El superhombre hay que entenderlo como el que está «sobre el hombre», una superación del hombre. La moral de los esclavos es aquella que se conforma en el dolor, la pequeñez, la humildad, la compasión, la resignación, la paciencia. Las características del superhombre son las siguientes: ansia de vivir;  valora la vida corporal, saboreador de lo terreno y del más acá; anhelo de superación de valores morales o religiosos tradicionales, por encima del bien y del mal; supone la libertad de toda servidumbre religiosa, de todo dogmatismo; supone crearse los propios valores, afirmándose a sí mismo; seguimiento fiel de la voz de la naturaleza: lo que favorece la naturaleza es bueno y lo que la perjudica es malo; el superhombre quiere ser superior, porque el ser igual es convertirse en rebaño; es el más acá lo que le preocupa, no la trascendencia metafísica ni una idea de Dios; la voluntad de poder es ser señor y no esclavo; afirmación de una moral de señores que se imponen con fuerza; el superhombre es suficiente y autónomo; supone afirmación en la independencia. El superhombre es un artista que hace arte de su propia vida. El superhombre es un ser humano que ha superado, para liberarse de ellas, todas las limitaciones que le imponen la moral y la cultura. Es un individuo que está más allá del bien y del mal, que posee una moral autónoma capaz de distinguir ella misma, sin ninguna ayuda exterior, lo que es bueno y lo que es malo en cada instante de su existencia. El superhombre es el ser humano en su estado más natural, completamente libre y despojado de los lastres que le impone la cultura. Es un humano demasiado humano, entendiendo el término en todo su significado: un animal humano que no puede desprenderse de su origen natural e instintivo.

El eterno retorno es la fórmula suprema de fidelidad a la tierra. El eterno retorno simboliza, en su eterno girar, que este mundo es el único mundo (una historia lineal conduce hacia «otro» mundo); además afirma que todo es bueno y justificable, puesto que todo debe repetirse del mismo modo. Toda huida a otro mundo es una pérdida de realidad. Por tanto hay que permanecer fieles a la tierra. La imagen de un mundo que gira sobre sí mismo, pero que no avanza como una peonza, es la imagen de un alegre juego cósmico, de una canción de aceptación de sí mismo, de bendición de la existencia. Este concepto aparece en la mitología y en los presocráticos, y se opone a la concepción lineal del tiempo, propia del cristianismo. Aunque el eterno retorno supusiera la repetición incesante del sufrimiento, merecería la pena ser vivido y reafirmado en todo su valor como lo único que tenemos. Cada instante de nuestra existencia debe ser amado con todas nuestras fuerzas como si se fuera a repetir eternamente, ya que eso, el instante vivido, es lo único a lo que podemos aferrarnos.


[Apuntes de Filosofía] NIETZSCHE. Noción III: EL ARTE TRÁGICO Y LO DIONISÍACO

El arte debe ser algo trágico. Es una representación de la vida en toda su plenitud y, por lo tanto, debe responder a los impulsos naturales, a las pasiones, a los deseos, a la voluntad de poder a través de la creación… La imagen descrita por la obra de arte es mucho más fiel a la realidad que la recogida en los conceptos, ya que la obra de arte es dinámica mientras que los conceptos son estáticos. Además, la obra de arte lo muestra todo mientras que los conceptos tan sólo se fijan en aquello que la razón considera verdadero. Mediante el arte podemos destruir los conceptos para sacar de ellos lo poco que queda de realidad y, así, liberarnos de su prisión. El arte, al quedar más allá de lo verdadero y de lo falso, estimula la vida y nos permite sentirla en toda su plenitud. 

La tragedia, para Nietzsche, es el movimiento propio de la vida y la naturaleza. Es contradicción, vida y muerte, salud y enfermedad, alegría y tristeza, razón y locura. Contrarios que luchan entre sí y, a la vez, forman parte de una misma unidad, de un mismo todo. Nietzsche entiende la realidad al modo de Heráclito: todo fluye en un continuo devenir donde los contrarios luchan entre sí como partes de una misma unidad. Por eso, el sentido de la vida es trágico: porque lo incluye todo, bueno y malo, reconociendo que es imposible que escapemos de ello. Sólo aceptando lo trágico seremos capaces de disfrutar de la vida en toda su plenitud. De lo contrario, nos veremos obligados a refugiarnos en la negación de la vida a la que nos conducen la metafísica y las religiones.

La esencia del arte está compuesta por dos fuerzas complementarias: lo dionisíaco y lo apolíneo. Dioniso es el dios del vino, la embriaguez, los instintos, la irracionalidad, los impulsos, las pasiones, el entusiasmo, la vida, la noche, el desorden, la fiesta, la pasión, la unión con la naturaleza… Y la tragedia, representada de manera artística en el teatro, sobre todo en las obras de Esquilo. La inspiración artística, entendida como un acto espontáneo de la voluntad de creación, también está relacionada con el espíritu dionisíaco. Así, el artista trágico es una especie de médium en cuyas palabras se manifiestan los dioses. Apolo, por su parte, representa la luz, la razón, el día, la sobriedad, el trabajo, la forma, la belleza, el orden, la simetría, la proporción, la armonía… Por eso es el Dios de las ciencias, la filosofía y las artes plásticas.

La tragedia es el arte de lo dionisíaco. En ella se representan las pasiones humanas, los actos irracionales, los vicios y las miserias de las personas. La tragedia produce un sentimiento de catarsis, de purificación, en quienes participan en ellas. Tanto los actores como los espectadores experimentan un fortalecimiento de su estado anímico tras contemplar el retrato de la vida en toda su plenitud, sin rechazar ninguno de los aspectos que componen la vida. El arte trágico, dionisíaco, contiene el auténtico espíritu de los antiguos griegos, quines comprendían la esencia de su existencia y disfrutaban de ella sin dejar nada de lado.

por Francisco García Morales
Profesor de Filosofía
 
 

[Apuntes de Filosofía] NIETZSCHE. Noción II: LOS CONCEPTOS SUPREMOS Y EL CONCEPTO DE DIOS

La filosofía tradicional ha cometido dos errores fundamentales: el amor al egipticismo y la confusión entre lo último y lo primero. El egipticismo es la tendencia a elaborar conceptos definitivos y cerrados que se aceptan con el valor de una verdad absoluta. La confusión entre lo último y lo primero es la que concede a estos conceptos mayor realidad y verdad que a las experiencias del mundo que, en principio, representan. El resultado de esta doble tendencia es la metafísica; es decir, un mundo invertido, del revés, donde los conceptos no provienen de la experiencia sino que son entendidos como el origen primero, o modélico, del que proviene todo lo demás. Aunque comenzaron siendo un instrumento, los conceptos se han terminado convirtiendo en un fin. Además, han limitado la representación de la realidad a la forma del ser humano, ya que éste es quien los construye para someterlo todo a su propia medida.

Los conceptos supremos son los conceptos propios de la metafísica: ser, sustancia, unidad, causa, belleza, bien, verdad… La metafísica los presenta como lo auténticamente real, pero para Nietzsche sólo son el último humo de la realidad; es decir, lo que queda de la realidad cuando salimos de ella. Estos conceptos son invenciones creadas a partir de la experiencia, y no entidades reales. Inventamos los conceptos mediante la abstracción, y eso nos permite ordenar el mundo, ponerle límites y establecer islotes de estabilidad frente al cambio y el devenir.

Pero la realidad es devenir, cambio, aparecer y desaparecer… de manera que los conceptos, que permanecen estáticos, no pueden representar fielmente la realidad. Los conceptos son estériles para acceder a lo real, ya que su pretendido estatismo no es compatible con el movimiento que hay en las cosas reales. Los conceptos olvidan las diferencias que hay entre las experiencias que representan. En cambio, hay otras realizaciones humanas que, por su condición de imaginativas, flexibles, metafóricas… nos permiten ver la realidad con una claridad mayor que la ofrecida por los conceptos. Lo metafórico permanece abierto, susceptible al cambio y al movimiento, es adaptable a las condiciones que pueden ir surgiendo durante el proceso de experiencia y aprendizaje. Por eso las metáforas son más útiles que los conceptos, estáticos y cerrados, a la hora de acceder a lo real. Los conceptos momifican la realidad mientras que las metáforas la recrean en toda su vida y movimiento.

Por encima de todos los conceptos supremos está el concepto de Dios. Para la metafísica, éste es el concepto más real y perfecto de todos, un ens realissimun que es causa de sí mismo y de todo los demás. Es el único ser no creado y, por tanto, necesario (al contrario que sus criaturas, que tienen un carácter contingente). Pero para Nietzsche, este concepto tan sólo es una abstracción vacía, una ficción que representa lo contrario que la vida y que niega la inocencia del ser humano al juzgarlo por sus acciones. Dios es lo que impide al ser humano llegar a ser un superhombre, y sólo con su muerte (la superación del concepto de Dios) podrá llegar una nueva era. Dios se sitúa en el lado opuesto a la realidad, es lo menos real de todo, ya que tiene todos aquellos atributos que invierten la naturaleza de lo real: es increado, eterno, inmóvil, perfecto… el concepto más estático y absoluto (y, por lo tanto, el más falso) de todos los conceptos.

por Francisco García Morales
Profesor de Filosofía

 

[Apuntes de Filosofía] NIETZSCHE. Noción I: LOS SENTIDOS Y EL CUERPO

A partir de la influencia ejercida por Platón, la filosofía racionalista tradicional ha dividido la realidad en dos mundos: un mundo aparente, percibido por los sentidos y lleno de engaños; y un mundo verdadero al que sólo podemos acceder mediante la razón.

La filosofía racionalista ha desconfiado de los sentidos por mostrarnos un mundo donde todo cambia y nada permanece. Un mundo que, aunque parezca real, no lo es. Los sentidos son una propiedad del cuerpo, de lo físico, de manera que el cuerpo es despreciado del mismo modo que lo son los sentidos. El rechazo al cuerpo y a los sentidos es un rechazo a todo cuanto tenga relación con los aspectos físicos de nuestra vida, incluyendo ahí los instintos o pasiones que provienen de nuestra condición biológica. 

La razón fue la facultad que los filósofos racionalistas opusieron a los sentidos. Mediante la razón podemos acceder a la auténtica realidad, al mundo verdadero donde todo permanece y nada cambia. Al mundo de lo eterno, perfecto e inmutable; al mundo de lo divino. Los conceptos estaban por encima de la realidad que debían representar, situando el sentido y la esencia de nuestras vidas mucho más allá de la vida; es decir, ahí donde no vive nada.

Nietzsche niega la existencia de una realidad que esté más allá del cuerpo y de los sentidos. El mundo ideal, al que aspira la razón, no existe. Tan sólo es una imaginación, una aspiración inalcanzable. En algún momento de nuestra historia le hemos dado a esa fantasía un valor de verdad y, a partir de esa convención, decidimos rechazar el mundo de lo físico para aspirar al mundo de lo ideal. Las demandas del cuerpo fueron ocultadas bajo entidades ideales e inexistentes, dando lugar a una represión moral que niega, hasta matarla, la vitalidad que hay en el mundo de lo físico.

El cuerpo es lo único vivo y real, por eso debemos valorarlo en la medida que se merece. El cuerpo y los sentidos son los únicos intérpretes válidos de la realidad, que sólo es una: la realidad física y sensible a la que tenemos acceso mediante nuestra percepción. Sólo hay un mundo. Nietzsche afirma que debemos atender, por encima de todo, las necesidades del cuerpo, hacer caso a los impulsos que sentimos, a los instintos, porque nuestro cuerpo es la auténtica voz de la naturaleza; la razón, en cambio, es la mayor negación de la naturaleza y de la vida. Los instintos nos llevan a aceptar el valor de nuestra existencia en toda su extensión, en todo su sentido. Sacrificar nuestros impulsos en nombre de un ideal que está más allá del mundo sensible y no disfrutar de los placeres que nos ofrece la vida es el sacrificio racionalista que, en su versión cristiana, reduce al ser humano a la condición de cobarde y miserable.

por Francisco García Morales
Profesor de Filosofía