La casa de Bernarda Alba cuenta
con una gran cantidad de temas, por lo que sería difícil establecer
la prioridad entre ellos. Pensamos que cada espectador, o lector,
percibirá la importancia de los temas de una forma subjetiva. Por
ello no vamos a dividir los temas en principales y secundarios, si
bien es cierto que hay alguno de ellos más recurrente que otros.
Comenzaremos observando las relaciones entre los personajes para hilvanar
los temas que encontramos en la obra. Posiblemente, el más
llamativo, significativo y explícito sea la confrontación de
Bernarda contra todo el mundo y, en particular, contra la joven
Adela. Hablaremos de autoritarismo y no de autoridad. La autoridad
puede tener de algún modo un significado positivo, alguien puede
tener "autoridad" moral o derivada de su experiencia o
conocimientos, mientras que el autoritarismo con que la cabeza de
familia quiere desempeñar toda su vida dificilmente puede entenderse
como positivo. Muchas son las muestras del autoritarismo de Bernarda
como por ejemplo en la primera palabra que pronuncia "silencio",
que coincide con la última. Manda callar a todo su entorno, encierra
a sus hijas en casa obligándolas a mantener un luto de ocho años,
siempre está vigilante y si alguien desobedece o, simplemente,
muestra disconformidad es considerado un enemigo. Desde el primer
momento se ve enfrentada con el deseo de libertad representado
por Adela o Mª Josefa. Ambas, por caminos diferentes, escenifican el
deseo de libertad frente a la moral autoritaria y el poder absoluto de
Bernarda. La rebeldía viene por la pulsión sexual,
el impulso amoroso de ambas será el detonante y la fuente de energía
para poder enfrentarse al poder. Mª Josefa está senil, encerrada en
su cuarto, aparece en escena diciendo que quiere ir al mar con su
amante y quedarse embarazada. Bernarda la controla hasta el punto de
no dejarle salir al patio.Por otro lado, Adela siente un gran deseo sexual y
amoroso hacia Pepe el Romano, se siente joven y con ganas de sentir
la vida. Se presentará en escena con un vestido verde, rompiendo el
luto, y llegará a romper el bastón de Bernarda. La máxima
expresión del deseo de libertad frustrado, sin duda, es el suicidio
de Adela. La máxima expresión del autoritarismo de Bernarda es su
afirmación de que Adela "ha muerto virgen". Mientras se
produce este enfrentamiento la resignación es escenificada
por el resto de las hijas y la Poncia, el miedo les lleva a acatar la
voluntad de Bernarda.
Como hemos visto
en el párrafo anterior, Adela, en edad de merecer, se enamora
totalmente de Paco el Romano, pretendiente de su hermana Angustias.
Sin duda esta es la relación más significativa de la obra, pero no
es la única historia de amor que podemos encontrar en la
representación. Sabemos que Martirio tuvo un pretendiente, Enrique
Humanas, pero la vigilancia férrea de Bernarda pronto alejará toda
posibilidad de felicidad para Martirio. También tenemos noticias de
otras historias amorosas, siempre fuera de casa, nos encontramos con
el marido de la Poncia, Evaristo Corín la rondaba en la ventana, o
la pintoresca historia de Paca la Roseta y el trágico final de la hija de la
Libradas. Por tanto, el amor sensual, por un lado, siempre aparece
truncado por Bernarda si se produce bajo su techo, por otro, sus
referencias mayoritariamente llegan desde fuera de la casa.
Por otro lado, como sabemos, el apellido Alba significa blanco, puro, inmaculado. Por
lo que Lorca quiere remarcar que toda la casa de Alba es una casa
inmaculada, honrada, que no tiene nada que ocultar. Pero mientras la
obra se va desarrollando vamos descubriendo que la casa de Alba es
más bien una casa oscura, triste, ruin, mezquina. A lo largo de los
actos, vemos cómo la honra no es una cualidad propia de las
mujeres que habitan la casa, ni siquiera del pueblo, más bien parece
que la honra sea un concepto caduco cuyo único pilar de sustento lo
encontramos en la hipocresía de la sociedad. La sociedad
recrimina a Paca la Roseta, a la triste decisión de la Libradas, a
los sentimientos de Adela, pero es esa misma sociedad la que ofrece
la posibilidad de satisfacer los deseos que surgen, y una vez
satisfechos, por indecorosos, se impone la falsa apariencia.
La sociedad no se avergüenza de sus propios productos, pretende
mantener la honra bajo una apariencia hipócrita. Igual que hace
Bernarda en su casa ocultando a su madre o ignorando el trágico
final de su hija menor: "¡Mi hija ha muerto virgen! Llevadla a
su cuarto y vestidla como si fuera doncella. ¡Nadie dirá nada!
¡Ella ha muerto virgen!".
Enlazado
con el tema del párrafo anterior, vemos cómo el odio y la
envidia se va alimentando por
la frustración que viven las mujeres encerradas en el luto de la
casa. La imposibilidad de satisfacer sus deseos de libertad, de amor,
de vivir y, lo que es peor, saber que sus vidas se están marchitando
entre esas paredes alimenta el odio hacia Bernarda, dictadora que
ahoga toda esperanza, y la envidia entre las hermanas, pues algunas
tienen la posibilidad de satisfacer su deseo de amor mientras otras
ya saben que les será imposible. Gracias a las acotaciones
de
la obra podemos tener una comprensión más realista de este odio: "siempre con crueldad", "con
odio", "con sarcasmo"... Además de la crudeza con la
que los diálogos se van desarrollando.
Como hemos ido
viendo, gracias a los personajes entendemos la denuncia lorquiana de
la gran injusticia social que ha sufrido España a lo largo de
su historia. Encontramos una pirámide, o jerarquía, social muy
definida. En la cúspide encontramos a Bernarda, junto a sus hijas,
que representa a la burguesía y a la clase dirigente. En lo más
bajo de la pirámide encontramos a la Mendiga, que vive en la miseria
absoluta y es tratada con el mayor desdén. Los eslabones intermedios
están representados, por un lado, por la Poncia que trabaja para
Bernarda y, en muchos casos, se encarga de las tareas más
desagradables, espía y ejecuta las ordenes de su ama. Después de la
Poncia tenemos a la Criada, que representa el proletariado asalariado
y que ni pincha ni corta en la sociedad. Ya en el primer acto vemos
ejemplos claros de esta desigualdad social en la conversación entre
la Poncia y la Criada. La Poncia dice: "pero yo soy buena perra;
ladro cuando me dicen y muerdo los talones de los que piden limosna
cuando ella me azuza..."
Para terminar de
exponer los temas, hablaremos sobre la marginación de la mujer.
Lorca nos presenta la sociedad española más rancia y castiza,
tomando como punto de partida un hecho histórico. Por desgracia, no
podemos decir que el tema sea anacrónico sino todo lo contrario,
todos los temas tratados en la obra siguen vigentes en la sociedad y
mentalidad actual. Hay una fuerte dicotomía entre las mujeres
"honradas" y las "pérfidas", como vimos en el
párrafo dedicado a la honra y la hipocresía. Este es un tema
subyacente en toda la obra, y cabe remarcar cómo se enjuicia y
castiga a las mujeres de comportamiento "laxo", relajado,
liberal e, incluso, autónomo. No se ve con buenos ojos que la mujer
sea independiente y tome sus propias decisiones. Tanto en lo personal
como en lo profesional la mujer de la España del siglo xx debe
someterse al varón. En la obra encontramos los trágicos finales de
las mujeres que intentan satisfacer sus necesidades personales, sin
ser actos egoísta, ya que se castiga fuertemente la expresión del amor y
siempre es la mujer la que sufre el castigo, aún cuando es el hombre
quien comete la falta al no cumplir, egañar o aprovecharse de la
situación. Ejemplo de ello son los trágicos finales de la hija de
la Libradas o Adela, la historia de Paca la Roseta y, por supuesto,
la condena de luto a las hijas de Bernarda.