A lo largo de las siguientes
líneas vamos a intentar dibujar el rostro de otro gran pensador de la
antigüedad, Pitágoras de Samos, uno más de los conocidos como “presocráticos”.
La influencia de Pitágoras llega hasta nuestros días, pese a lo raro que esto
pueda parecer, aún nos podemos encontrar con más de una persona que se declare
pitagórico, si bien, como veremos, no podemos enmarcar estrictamente ni a Pitágoras dentro de los pitagóricos, ni
a los que se consideran pitagóricos dentro de los pitagóricos de la antigüedad
que vamos a exponer.
Pitágoras
de Samos nació en el siglo VI a.n.e. en la isla del Egeo de la que heredó su
nombre. Al parecer no fue en su isla natal donde llevó la más importante de sus
proezas, sino que sería en la ciudad de Crotona donde, tras un exilio forzado,
encontró el lugar idóneo para instaurar su asociación
filosófico-político-religiosa por la que hoy día aún le recordamos. La creación
de esta secta y todo lo que se relaciona con ella aparece como un reducto de
resistencia “conservador” a las nuevas tendencias del pueblo helénico que
caminaba hacia sistemas cada vez más “democráticos”, donde los aristócratas
perdían parte de su poder y prestigio. Además, toda la figura del filósofo
Pitágoras está envuelta en un halo de “misterio” al estilo de las religiones de
redención, como veremos más adelante, donde Pitágoras aparecer como un “mesías”
o, más bien, como uno de los hijos de Apolo. Poco más podemos señalar de este
gran personaje al no haber escrito nada de su puño y letra, como hemos visto en
anteriores publicaciones, la tradición oral aún se imponía en la mentalidad
presocrática. Fue en la ciudad de Crotona donde los pitagóricos alcanzaron una
mayor cota de poder, hasta el extremo de sufrir alrededor del año 500 a.n.e.
una persecución y escarmiento por parte de los ciudadanos contrarios a la
secta, fecha en la que hay quien señala la muerte de Pitágoras como víctima de
estas acciones en las que prendieron fuego a las viviendas de los pitagóricos
más representativos[i].
Las
referencias directas a Pitágoras no existen, siempre tendremos que ir a las
fuentes que dicen tal o cual cosa de los pitagóricos, en Aristóteles, por
ejemplo, no encontramos referencias directas a Pitágoras, sino que habla de los
pitagóricos[ii]. Por
tanto, lo más interesante es tratar de exponer los cimientos del pitagorismo,
las ideas claves tras las que podemos intuir la presencia del fundador de la
secta pitagórica. Por ejemplo, entre muchos de sus alimentos tabú como las
habas cabe destacar que eran vegetarianos porque, como veremos más adelante,
pensaban que las personas tenían “alma” (psyke) y que ésta transmigraba de
animal en animal, por lo que si comías un animal posiblemente estuvieras
comiéndote a alguna persona o futura persona. Entre las peculiaridades de la organización
interna de la secta cabe destacar también que participaban por igual hombres y
mujeres. Y varias cosas más archiconocidas y que se pueden encontrar en
cualquier manual. Nosotros queremos hacernos eco de algunas cosas que
consideramos más interesantes por su originalidad, por su repercusión o por
ambas. Entre estas expondremos qué pensaba esta secta sobre el alma humana (psyke),
qué entendía por “matemáticas” y la relación realidad-número y, por último, el
“modo de vida pitagórico” como referente ético.
Al parecer
la secta de los pitagóricos debería mucho a su fundador la idea de que hay algo
parecido al alma (psyke) que es individual, que comparte su “esencia” con la
“esencia” del mundo (noûs), que es inmortal y, además, va de un cuerpo animado
a otro “purificándose” y perfeccionándose[iii]. Comencemos
con el concepto de “alma” que podrían tener los miembros activos de la secta
que co-fundaron con Pitágoras esta escuela. Debemos tener presente, como
dijimos cuando tratamos el tema de la psyke de Anaximandro, que no podemos
buscar en las palabras presocráticas referentes exactos por los que transcribir
o traducir a la actualidad. Para ello seguiremos la aproximación de Felipe
Martínez Marzoa sobre este concepto, por encontrarlo pedagógicamente
interesante[iv], en
la que nos dice que debemos entender el alma como el límite de la persona.
Vimos que entre los presocráticos se podía establecer que para que algo sea
debe estar dentro de algo que no es, o lo que es lo mismo, que para que una
persona pueda ser sí mismo primero debe alcanzar el estado de la “no
presencia”, la invisibilidad subyacente en cada ser humano, lo que realmente
define a tal o cual persona a través del tiempo no es su cuerpo cambiante, sino
ese “logos” interior que perdura y que podemos reconocer en cualquier situación
espacio temporal en la que nos encontremos, así sólo encontrará su figura real
quien muera, quien vaya al Hades[v]. Queremos
señalar la inercia por la que vemos en la hipótesis pitagórica de la existencia
del alma y su transmigración una “contaminación” oriental, ya que podemos
descubrir fácilmente que el pueblo helénico de aquella época tenía sus propios
puntos de vista a este referente como muestra la obra de Homero, Hesíodo y los
mismos ritos órficos. Los griegos tenían sus propias creencias e intuiciones
sobre lo que pudiera ser el alma humana, su castigo y su premio por los
crímenes o buenas acciones tras la muerte, su vuelta a la vida o su descanso o
castigo más o menos eterno. Lo original,
por tanto, no está en introducir la concepción cíclica del alma, o ciertos
hábitos “higiénicos” para purificar o mantener pura el alma, sino en la
“matematización” de la realidad. Lo interesante de esta Psyke es su unión con la
esencia del mundo matemático, esta capacidad comprensiva de la realidad es
producto de este origen ya que “lo semejante es conocido por lo semejante”[vi],
dando al alma humana no solo una cualidad especial, sino que la inscribe dentro
de la propia realidad del cosmos. La característica “cíclica” y “redentora” de
la transmigración de esta psyke de un cuerpo a otro sólo señala la necesidad
que Pitágoras tenía de asegurarse una posición privilegiada dentro de la secta
y que muchos aristócratas pudieran sentirse
atraídos por sus enseñanzas. Pero es en el “noús”, en la inteligencia humana,
donde reside la originalidad de la psyke pitagórica, es un alma principalmente
“racional” y su redención y perfeccionamiento se lleva a cabo por el estudio y
conocimiento de las matemáticas.
Donde
debemos poner el ojo para descubrir la brillantez de Pitágoras, por tanto, no
es tanto en el hecho de las supersticiones propias de la secta como de esta
inquietud por el estudio de las ciencias puras. Al fin y al cabo la
“purificación” del alma se da a través del conocimiento y del estudio del
“número”. De nuevo, no podemos asegurar que el Teorema de Pitágoras hubiera
sido descubierto o descrito por primera vez por el filósofo en cuestión, pero
tampoco esto es relevante. El estudio del número no se nos debe presentar como
algo abstracto, sino como el estudio cualitativo de la realidad, así no debemos
entender el “uno”, el “dos”, el “tres” o el “cuatro” como las realidades
cuantitativas que aprendemos en la escuela, sino más bien como las
características o cualidades de la realidad. El “uno” es la unidad, el uno
mismo, y debemos entenderla contrapuesta con el “dos” o alteridad. El “tres” es
el cierre ya que tres puntos forman la primera figura (el triángulo), mientras
el “cuatro” da lugar al primer “sólido”. Es difícil para la mentalidad actual
asimilar este tipo de perspectiva, y no cabe en estas líneas realizar un
análisis exhaustivo de los principales estudios realizados sobre la aritmética
y la geometría que no nos aporte una visión global de sus perspectivas. Por
otro lado, si que debemos señalar la
crisis por la que esta secta pasó algún tiempo después de su fundación al
descubrir la “inconmensurabilidad” de la diagonal del un triángulo rectángulo
cuyos catetos sean igual a la unidad, los números irracionales supusieron para
los pitagóricos un serio golpe en la estructura de la realidad. En otra línea
de exposición, cabe señalar la importancia del conocimiento musical en la forma
en que los pitagóricos entendían las matemáticas, las relaciones uno, dos, tres
y cuatro, dentro de los intervalos de las notas musicales que describieron los
antiguos presocráticos era una demostración para sus hipótesis. No era
casualidad que estos cuatro primero números fueran los primeros en aparecer en
el conocimiento de la música. Pitágoras hablaba de una “música de las esferas”,
una música en la naturaleza que no percibíamos porque habíamos estado expuestos
a ella desde el mismo momento nuestro nacimiento, y nuestros oídos se habían
hecho sordos a esta música[vii].
Para
terminar la aproximación a Pitágoras de Samos y la escuela que fundó debemos
hacer un alto para señalar el “modo de vida pitagórico”. Vimos unas líneas más
arriba cómo se había establecido la relación hombre-cosmos a través de la
naturaleza de la psyke, del alma humana, que gracias al “noús” podía conocer al
mundo al estar ambos compuestos de la misma sustancia. Por tanto, el pitagórico
ve en su práctica filosófica no sólo una satisfacción personal sino una forma
de vida que el maestro Pitágoras había ejemplificado. En un corto período de
tiempo la secta se fue organizando de una peculiar manera, dividiéndose entre
“matemáticos” y “acusmáticos”. Los matemáticos eran los que se dedicaban al
estudio propiamente dicho de la realidad, y sus enseñanzas eran aprendidas por
el resto del grupo que se habían convertido en acusmáticos, en oyentes. Así las
enseñanzas que los primeros daban a los segundos asentaban las costumbres
propias de una institución, sólo con el conocimiento y con el cumplimiento de las
“normas” que la élite da a los miembros de la secta es suficiente para alcanzar
la purificación, no debemos olvida que estos miembros también son élite. Y
entre los ciudadanos de la Grecia antigua se valoraba este esfuerzo y esta
forma peculiar de vivir en torno a una serie de conceptos previos, aparecen
como la primera forma de institución científica al igual que en la actualidad
contamos con los científicos o expertos por un lado y los legos por otro.
Podemos
cerrar esta exposición señalando la riqueza de perspectivas que aportó
Pitágoras al conocimiento de sus días, a la par que podemos hacernos eco de la
influencia a lo largo de los siglos de sus ideas sobre la naturaleza matemática
de la realidad, la organización divulgativa de su estructura, la peculiaridad
del alma, la importancia de los valores éticos y de llevar una forma de vida
acorde con determinados preceptos demostrados hacen merecedor a Pitágoras de
Samos y su escuela de un lugar destacado en la Historia de la Filosofía
Occidental.
[ii] Historia de la Filosofía Griega”. CAPÍTULO II: CIENCIA Y MÍSITICA.
Wilhelm Capelle. Gredos. Madrid. 1992.
[iii] Hemos entrecomillado las
palabras con las que nos expresamos con la intención de marcar que no es la
palabra en sentido actual, ni con la significación actual, y que pretendemos
aclararlas en lo que sigue.
[v] Ibídem: “Hades como
a-idés: invisible”.
[vi] Historia de la Filosofía Griega”. CAPÍTULO II: CIENCIA Y MÍSITICA.
Wilhelm Capelle. Gredos. Madrid. 1992.
[vii] Ibídem: “también los
planetas producen una armonía cósmica de las esferas, que nosotros no oímos
porque su sonido penetra incesantemente en nuestro oídos desde nuestro
nacimiento”. Queremos remitir un par de direcciones web donde podéis encontrar los diferentes sonidos de los planetas registrados por la sonda Voyager:
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