La razón nos permite conocer la verdad. Pero puede ser desviada por los prejuicios, la precipitación, las pasiones, etc. Sólo se debe aceptar como verdadero aquello que aparece con absoluta evidencia en la conciencia. Las ideas evidentes han de ser claras y distintas. Sólo podemos admitir como ciertas aquellas creencias que han sido revisadas por nuestra razón. El criterio de verdad no depende de algo exterior al sujeto que piensa. La verdad no consiste en la "correspondencia" del pensamiento con la realidad (este es el significado de verdad para la filosofía escolástica), sino que es una propiedad de las ideas, la verdad depende del sujeto que conoce.
Descartes utiliza la duda para llegar a verdades evidentes. La duda cartesiana es metódica, su objetivo es encontrar una verdad que resista cualquier argumento escéptico. En su época había en Francia escépticos que creían imposible el conocimiento. Es universal porque pone en cuestión todos los conocimientos, los del sentido común y los basados en la percepción como los que tienen su origen en la investigación científica, incluida la matemática. El único tipo de creencias que no cuestiona expresamente es el relativo a las verdades religiosas: cuestiona la legitimidad de los sentidos y de la razón pero no trata explícitamente de la legitimidad de la fe y la revelación. Es radical. Descartes no sólo duda de aquello que tras su examen resulta falso, si nos cabe alguna duda, podemos considerarlo como si realmente fuese falso. Es teórica, no debe extenderse a la vida práctica, a la conducta moral.
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