El vitalismo exalta lo vital y lo afectivo como modo de captar la realidad. Por tanto, para analizar la realidad, además de contar con la razón hay que tener en cuenta las pulsiones, los deseos, las pasiones y los sentimientos, es decir, lo no estrictamente racional. Se exalta la vida y se critican los productos procedentes de la cultura porque encubren el verdadero ser del hombre.
La transmutación de valores tiene que hacerse a partir de: Dios, la moral, la razón y la ciencia. La nueva categoría en la que se han de fundamentar los valores es vida. Lo decisivo para el conocimiento no son las ideas eternas, ni los conceptos inmutables, sino la ineludible experiencia en la que “sólo el devenir es”.
El principal error de la moral tradicional es su antinaturalidad, el ir contra la naturaleza, contra la vida. Es la moral que, en virtud de leyes, decálogos, normas e imperativos, se opone a los instintos primordiales de la vida. La base filosófica de esta moral contra-natura es el platonismo: el mundo de las ideas sirve de más allá religioso para los cristianos. El centro de gravedad de estas ideas se pone no en esta vida, sino en la otra. Hay una evasión respecto al hombre concreto, viviente. Todo este más allá ha hecho a los hombres de acá débiles. Esta moral mata la vida. La moral de Nietzsche es una voluntad de poder eliminar la moral burguesa-cristiana-idealista.
El nihilismo es valorado y repudiado al mismo tiempo por Nietzsche, aunque las dos actitudes no son contradictorias. Por un lado, el nihilismo es positivo porque supera la creencia en un Dios alienante; pero, por otro lado, es negativo a causa del anonadamiento y falta de energía vital que provoca y a que no sabe prescindir del todo de los sustitutos de Dios (Razón, moral, bien, espíritu absoluto, …). Nietzsche distingue diversos tipos de nihilismo:
1. Nihilismo negativo, por ausencia de sentido. Debe superarse.
2. Nihilismo pasivo (especie de posición budista). Debe superarse.
3. Nihilismo positivo, pues permite combatir, reaccionar, rehacer.
La voluntad de poder implica vitalismo, y supone afirmarse en el deseo, en los instintos; donde hay vida hay voluntad de vivir; significa voluntad de fuerza, impulso vital, emoción, pasión.
La voluntad de poder es un concepto de fuerza victoriosa. Nietzsche pretendía mantenerse adherido a la naturaleza, a la sensibilidad, accediendo a la realidad vital por la estética, como germen de una nueva cultura. La voluntad de poder es algo instintivo, en contraposición a la reflexión racional. La verdad no está ahí para ser descubierta, sino para ser activamente creada. La verdad es todo aquello que sirve para la vida, lo que aumenta el poder.
El superhombre hay que entenderlo como el que está «sobre el hombre», una superación del hombre. La moral de los esclavos es aquella que se conforma en el dolor, la pequeñez, la humildad, la compasión, la resignación, la paciencia. Las características del superhombre son las siguientes: ansia de vivir; valora la vida corporal, saboreador de lo terreno y del más acá; anhelo de superación de valores morales o religiosos tradicionales, por encima del bien y del mal; supone la libertad de toda servidumbre religiosa, de todo dogmatismo; supone crearse los propios valores, afirmándose a sí mismo; seguimiento fiel de la voz de la naturaleza: lo que favorece la naturaleza es bueno y lo que la perjudica es malo; el superhombre quiere ser superior, porque el ser igual es convertirse en rebaño; es el más acá lo que le preocupa, no la trascendencia metafísica ni una idea de Dios; la voluntad de poder es ser señor y no esclavo; afirmación de una moral de señores que se imponen con fuerza; el superhombre es suficiente y autónomo; supone afirmación en la independencia. El superhombre es un artista que hace arte de su propia vida. El superhombre es un ser humano que ha superado, para liberarse de ellas, todas las limitaciones que le imponen la moral y la cultura. Es un individuo que está más allá del bien y del mal, que posee una moral autónoma capaz de distinguir ella misma, sin ninguna ayuda exterior, lo que es bueno y lo que es malo en cada instante de su existencia. El superhombre es el ser humano en su estado más natural, completamente libre y despojado de los lastres que le impone la cultura. Es un humano demasiado humano, entendiendo el término en todo su significado: un animal humano que no puede desprenderse de su origen natural e instintivo.
El eterno retorno es la fórmula suprema de fidelidad a la tierra. El eterno retorno simboliza, en su eterno girar, que este mundo es el único mundo (una historia lineal conduce hacia «otro» mundo); además afirma que todo es bueno y justificable, puesto que todo debe repetirse del mismo modo. Toda huida a otro mundo es una pérdida de realidad. Por tanto hay que permanecer fieles a la tierra. La imagen de un mundo que gira sobre sí mismo, pero que no avanza como una peonza, es la imagen de un alegre juego cósmico, de una canción de aceptación de sí mismo, de bendición de la existencia. Este concepto aparece en la mitología y en los presocráticos, y se opone a la concepción lineal del tiempo, propia del cristianismo. Aunque el eterno retorno supusiera la repetición incesante del sufrimiento, merecería la pena ser vivido y reafirmado en todo su valor como lo único que tenemos. Cada instante de nuestra existencia debe ser amado con todas nuestras fuerzas como si se fuera a repetir eternamente, ya que eso, el instante vivido, es lo único a lo que podemos aferrarnos.
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